Días
atrás tuve una conversación con “mis chicos y chicas” de natación en las que
les decía que… “Hay que dar en esta vida, para que puedas recibir de la misma”,
particularidad que mis padres me han reiterado constantemente.
Al mismo tiempo, hacía lo posible para
que entendieran que el día a día de cada uno de ellos no gira en torno a ellos
mismos, que detrás de cada individualidad hay un equipo: tutores, amigos,
profesores, entrenadores en nuestro caso, etc.; que hacen todo lo posible para
facilitarles la vida y apoyarles en todo aquello que es del agrado personal y
repercute positivamente en su seguridad, salud, bienestar y futuro.
Es por ello, que desde nuestra posición
debemos transmitir valores sociales que contribuyan a su crecimiento como
personas, al margen de lo deportivo, y que éstos les trasciendan a su vida
personal y los puedan aplicar en todas aquellas situaciones que les ayuden a ganar
en autoestima, seguridad y confianza en sí mismos.
Sin embargo, por mi profesión y la suerte
que tengo a diario de compartir tiempo y experiencias con muchos jóvenes,
percibo que varios de estos valores: empatía, igualdad, espíritu crítico,
creatividad, tolerancia, innovación, cooperación, libertad, etc., no están todo
lo desarrollados que ello debiera a estas edades. En algunos casos hasta se
desconocen, lo cual crea situaciones incómodas, por llamarlo de forma
benevolente, con cierta frecuencia.
No puedo ocultar mi decepción, empezando
por mi responsabilidad como entrenador, cuando vivencio estas aptitudes y soy
incapaz de contener mi frustración, generando momentos de tensión con los
chicos por ver como la diversidad de esos valores caen en sacos rotos y no
recibo lo que creo, humildemente, que doy todos los días a esta juventud con la
que comparto una parte muy importante de mi vida.
A pesar de ello, la valoración que
obtengo de estos malos momentos es la de seguir buscando las vías adecuadas
para que, más tarde o más temprano, estas capacidades que deben ayudarnos a
entender el ciclo de la vida como algo global y recíproco con todo aquello que
tenemos relación, se instauren en las mentes de los iguales con los que convivo
casi a diario.
Finalmente, si bien es cierto que no se
consigue recibir todo aquello que se anhela en las personas que estimas y por
las que te preocupas a diario, en tiempo y forma según lo que uno quiere en
cada momento como esencia del egoísmo del ser humano, si puedo decir que de una
forma u otra recibo de ellos lo necesario para seguir creciendo y buscando las conveniencias
para seguir dando.